En realidad, es sólo fin de año para parte de los seres humanos, no para los musulmanes, chinos, judíos, y alguna otra etnia o religión que se me escapa. Pero, viviendo en Occidente, sitio en el que las mayorías católicas "imponen" la marcha, nos empujan, a realizar un balance del año que termina, al menos para algunos.
Nos cansamos de leer diarios, escuchar en radio, ver por televisión, programas destinados a mostrarnos lo mejor y lo peor del año, por supuesto, y eso ayuda a levantar ventas, sobresale lo peor, lo más sangriento y alimento del morbo más exacerbado, para lo que no se necesita hacer mucho esfuerzo de edición, el hombre ha colaborado, año tras año, con su aporte de tragedia y destrucción, pues aún en mucho desastres denominados "naturales", ha puesto su granito de arena.
Se produce una marea de magnitudes desproporcionadas, ahogando todo sentimiento de reflexión, que queda reducido, a elegir en que tienda, del centro comercial más cercano, se comprarán los regalos de Navidad.
Es hermoso regalar, no tengo nada contra esa tradición ancestral, pero a no perder el control.
Así, en pleno verano, las calles de Sudamérica, se ven invadidas por hordas de imitadores de Papá Noel, pero con el rictus propio de la situación, no tan alegre, de este lado del mundo.
Como contaba el otro día, escribiendo sobre Bolivia, tampoco es ningún secreto que la mayor parte del mundo no está pasando buenos momentos. En eso debería invertirse parte del tiempo de las reflexiones de esta época, pero no para escribir bonitos discursos, políticamente correctos.
Hay que sacar la basura de abajo de la alfombra, la miseria, ponerla sobre la mesa, y de una vez por todas ver que se hace.
En uno de mis primeros artículos en el blog me acercaba al tema, confiando más en la gente de la calle, en algunas organizaciones sociales y no gubernamentales, más que en la política de los gobiernos. No como sistema anárquico, sí como motor de cambios y de propuestas, que los gobiernos instrumenten, tal vez no por gusto, sino por presión popular.
Quisiera terminar, con un fragmento de una respuesta de Orson Welles, entrevistado por André Bazin, Charles Bitsch y Jean Domarchi (publicada en español en el libro "Buñuel, Dreyer, Welles", Editorial Fundamentos, 1984. En realidad, entrevistas realizadas para la prestigiosa revista francesa de cine Cahiers du cinéma):
"Shakespeare era terriblemente pesimista. Pero como tantos otros pesimistas, también era un idealista. Unicamente los optimistas son incapaces de comprender lo que significa un ideal"
Bueno, como decía el gran saxofonista Dexter Gordon: "espero les dejemos algo para poner bajo sus almohadas".
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