Hace mucho, años diría, quería escribir este disparatado, o tal vez no tan disparatado relato.
Por un lado recuperar la escritura profundamente creativa, y nada más creativo que las ideas se asocien de la manera más libre posible, con permiso de Sigmund por supuesto.
Elegí como espacio mi viejo blog, herramienta atropellada y olvidada en tiempos de inteligencias y desinteligencias artificiales, y de las otras.
Blog que supo ser vanguardia, fuente de novedades musicales, aquellas que los medios masivos ya ni siquiera esconden, simplemente miran hacia otro lado.
Pero no hemos venido luego de tanto tiempo a hablar de nosotros mismos, mirando nuestro ombligo hasta quedar bizcos, o ser hipnotizados por nosotros mismos.
El próximo mundial de fútbol aún está lejos, la resaca de las fiestas va permitiendo muy lentamente el regreso del fútbol universal.
Ya ni siquiera los países con otras costumbres, e inclusive otras religiones, que poco o nada tienen que ver con esas celebraciones, escapan a este congelamiento deportivo universal.
El ser humano en cuestión aún de vacaciones en la Argentina, si, "ÉL".
Perdón, nunca pude decirle "Leo", ni "Lío", para mi será siempre "Lionel Messi", así, formal y sin vueltas.
Desde aquellos primeros meses del 2004, cuando uno se las rebuscaba para ver al "Barcelona B", y algo extraño comenzaba a ocurrir en las mentes de los fanáticos.
Pero no pasó demasiado hasta que los oídos de Frank Rijkaard, entrenador del Barcelona en la primera división, comenzará a sufrir de silbidos en sus oídos, las vibraciones del suceso comenzaban a dar su fruto, Lionel Messi ya era de primera.
Lionel Messi no creció lentamente, a pesar de las serias dificultades con su salud en la niñez.
Si bien en sus primeros tiempos en Catalunya las lesiones lo preocuparon más de lo soportable, las nubes grises del horizonte quedaron sólo en eso.
De repente los dolores y las preocupaciones se disiparon, y llegaron las sociedades con Ronaldinho.
En todos los años disfrutando a Lionel Messi en familia, juntos lo vimos debutar en la primera división de la Liga Española, creo que vi a pocas personas tan apasionados con Lionel como mi Papá.
Èl veía más allá del jugador, como describía sabiamente en este artículo.
Sentía una conexión personal, humana, y si bien lo hacia sufrir más de la cuenta ante los golpes que el juego propinaban al joven Lionel, los éxitos los vivía como propios, como un ser querido al que toda su vida protegería.
Mi Papá murió en el año 2014, y entre tantas cosas también iba a extrañar ver juntos los partidos de Lionel.
Pero, si bien detesto las cábalas, sumé una algo extraña.
Cuando Lionel comenzó a patear tiros libres miraba hacia un sitio en especial, un cuadro antiguo, con un papel marcado por el tiempo, era el poema que mi Papá me dedicó cinco meses antes que yo naciera.
Señalaba al cuadro, y con las palabras del momento, los nervios, el cariño y la ansiedad, le pedía por una "ayudita" para Lionel.
A veces la "ayudita" no llegaba, y veía a Lionel mirar el césped con enojo, pero la mayoría de las veces eran las manos al cielo, las suyas y las mías celebrando la anotación.
No por ir contra la corriente, simplemente por principios y valores, nunca comprendí a los que se reunían a despreciarlo.
Era agotador escuchar tanta agresividad, "que no canta el himno", "que no es Argentino", que se quede en el Barcelona.
El tiempo pondría todo en su lugar, los bocones se llamarían a silencio, y los trofeos se acumularían con su brillo habitual, que nubla la vista a los críticos, y les empasta la lengua.
El transcurrir de los años me acercaría a una interesante revelación, Lionel Messi es como la buena música, esa que ya no es tal músico, tal grupo de músicos, es sencillamente la banda sonora de la vida de uno.
El début en el 2004 en la primera división de la Liga Española, los cuatro goles en la despedida a Pep Guardiola (no olvidar que la temporada en que Pep si hizo cargo del Barcelona ganaron todos los torneos de esa temporada en los que participaron), cerrando con ese breve y a la vez infinito abrazo.
Las cuatro Champions, y luego los tres títulos con la "Selección Argentina de Fútbol" ("Copa del Mundo" y las dos "Copas América"), y eso con la "Selección Mayor", porque parece que muchos olvidaron los partidos de Lionel en los mundiales juveniles, cuando tranquilamente podría haber cambiado la historia jugando para la "Selección Española de Fútbol".
Y recuerdo emocionado otro abrazo entrañable, cuando el Barcelona le gana por cinco a cero al Sevilla en la final de la "Copa del Rey" del 2018, ese abrazo entre Andrés Iniesta y Lionel Messi es de una significación emotiva inolvidable.
Debería colocar las abrumadoras estadísticas de goles, trofeos, alegrías y por supuesto también tristezas, pero no, porque a pesar del título de este artículo Lionel Messi existió, existe, y existirá.
Honestamente, con toda mi alma y mi corazón, me pregunto: ¿si así no hubiese ocurrido notaríamos el vacío?.
Lo que uno siente en las tristes despedidas, en los momentos en los que se levanta a las tres de la mañana, y sentado al borde de la cama, y del abismo entre los sueños y la realidad, cuando la melancolía nos estruja a diestra y siniestra.
¿Sería palpable la sensación de su ausencia?
Pero la pesadilla se evapora, y entonces, en breve ya, regresará la MLS (Major League Soccer), que por mi si juega Lionel en la liga de fútbol del planeta Marte, me importa un pepino si es una liga más o menos competitiva, él sigue volviendo locos a propios y ajenos, y sumando melodías a mi banda sonora personal.
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Sunday, January 05, 2025
Si Lionel Messi no hubiese existido tendríamos que haberlo inventado (el articulo no incluye la solución a semejante enigma, más ofrece una disparatada visión subjetiva)
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