Ya sabemos que cuando se acerca la época de las elecciones pasan cosas extrañas, en todo el mundo, pero especialmente en la Argentina. ¿O me estaré volviendo paranoico?
Las elecciones que se acercan, en octubre, aunque la "campaña" electoral comenzó hace ya un año, o más, han llevado algunos discursos hasta el límite de lo surrealista.
Ahora el nuevo demonio se llama Aguas Argentinas. Yo, como gran parte de los que vivimos en este país, creo que la licitación y venta de Aguas Argentinas fue tan oscura y fraudulenta como todas las que se hicieron en la misma época. Los pliegos de licitación de los servicios públicos estaban, están, repletos de disparates, como ajustar tarifas de acuerdo a la inflación de los Estados Unidos de América, y por supuesto gran cantidad de "letra chica", y alguna no tan "chica".
Pero parece que algunos funcionarios, actualmente en este gobierno, pero que en su momento lo eran del que aprobó las ventas, o tenían funciones en el congreso, u otro lugar en el que pelear, al menos pelear, por condiciones más dignas en las operaciones, ahora aparecen en cada evento, mitin, almuerzo o cena, declamando y amenazando con el dedo en alto a la empresa, en este caso Aguas Argentinas.
No es mi intención defender su caso, ni el de Edenor o Gas Natural, pero ni los funcionarios anteriormente mencionados, ni el gobierno actual, que no accedió al poder la semana pasada, han hecho nada para proteger a la gente. En el estrado hablan de un Estado fuerte, que va a luchar, que los va a defender (¿nos va...?), pero en los despachos pasan otras cosas. Y mientras los medios afines al gobierno, casi todos, de una manera u otra, se ceban en casos como el de Aguas Argentinas, los días han pasado, y las semanas, los meses.
El Estado, bien gracias, sigue sin aparecer, como en el caso de la salud, pues el colapso que la crisis económica y el aumento de las cuotas de las empresas de cobertura médica, ha provocado en la salud púbica es impresionante, imposible de desatender el llamado de atención, pero el Estado sigue bien guardado en algún cajón de un escritorio en la Casa Rosada.
Y los culpables son los médicos que hacen huelga, camino fácil y suicida para el gobierno y sus escribas. Tomemos como caso testigo lo que ocurre en el Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, que sigue en conflicto, y nadie parece estar dispuesto a solucionarlo, con lo fácil que sería, si por ejemplo el Estado ocupara su lugar y destinara la subvención a los transportes privados, trenes para ser más claro, y los destinara a la salud.
Entonces, de esa forma, el Estado podría dejar ese triste papel, de aparecer sólo cuando se acercan las elecciones, con miserables limosnas, o cuando, de manera aún más terrible, aparece algún muerto en el camino.
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