Hace unos días, el 11 de septiembre, se cumplieron treinta y dos años del golpe de estado que derrocó y asesinó a Salvador Allende, lamentablemente las muertes seguirían por muchos años más.
Así fue que los intentos de aquel sueño, que se llamó la Unidad Popular, quedaron sepultados bajo el suelo de Chile.
Pero quería recordar, de manera particular, a Salvador Allende, una persona de aspecto tímido, con esa estampa de sabio profesor, y especialmente de buena gente.
Claro que hoy, a la distancia, uno puede tener la tendencia de "endulzar" sus actos, de verlos más grandes de lo que fueron, pues no es mi caso.
Uno se remite a los diarios de la época, observa a sus enemigos, presta atención a su preocupación y defensa por los obreros, por las clases más desfavorecidas, se da cuenta que el suyo no se trataba de un discurso hueco, algo estaba pasando.
Muy bien lo sabían los norteamericanos, su gobierno, ahora ya ampliamente conocida la verdadera historia, gracias a la publicación de memorandos e informes secretos de los servicios de inteligencia de ese país (como decía Groucho Marx: "Inteligencia militar, esa es una verdadera contradicción").
¿Podía Salvador Allende hacer progresar a Chile, y así impulsar un cambio en Latinoamérica?
Generar una visión de izquierda diferente, anclada en sus valores más firmes y nobles, protegiendo a aquellos a los que un Estado nunca debería dejar de proteger. Buscando soluciones económicas a los conflictos "eternos" de este lado del Río Bravo, pero siempre desde una perspectiva nacional amplia, no sectaria o reaccionaria.
Los de "afuera" y sus "socios" desde adentro no querían saber nada de eso. Nada de libertad, de justicia, de cobre extraído de Chile para los chilenos y sus hijos.
Ese era el sueño de este hombre, que se apagó el día en que los aviones bombardearon La Moneda. Pero Salvador Allende tuvo el valor, con el marco terrible que lo rodeaba en ese día, de emitir un mensaje, inolvidable, a través de Radio Magallanes, que finalizaba de esta forma: "Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas, por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!”
Cambiemos el nombre de Chile, elijan su país, su provincia, su barrio, su calle, su casa...
Hoy, 14 de septiembre de 2005, el mensaje sigue siendo el mismo.
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