Desagravio a Estela de Carlotto

Ayer por la noche, aquí en Buenos Aires, se produjo un hecho que merece destacarse, y resaltarlo, tratando de evitar que la rapidez de amontonar noticia sobre noticia lo sepulte en el olvido.
Estela de Carlotto, presidenta de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, se encontraba disertando en un encuentro sobre derechos humanos, fuera del lugar en que este evento se llevaba a cabo, dos grupos se manifestaban, por un lado se pedía la libertad de Raúl Castells (líder de un grupo de los que se denominan "piqueteros", que en teoría defienden los intereses de los sectores sociales más castigados por la desatención del gobierno a sus necesidades, y también, por supuesto, por la horrible distribución de la riqueza que desde hace tanto tiempo padece la Argentina), sumados a la protesta, familiares (aunque esto no fue confirmado) y otras personas relacionadas con las víctimas de lo que se conoce como la "masacre de Cromagnon" (incendio que se produjo hace unos meses, en un concierto de rock, dejando el triste recuerdo de 192 muertos).
Estas personas, unidas en diferentes desgracias, no tuvieron mejor idea que insultar a Estela de Carlotto, además de agredirla físicamente arrojándole huevos.
Y esta imagen, espantosa, en que una de las personas que tanto ha luchado por la dignidad, no sólo de su hija desaparecida, también por recuperar la identidad de tantos hijos y nietos de desaparecidos, sea blanco de tan estúpida reacción.
Reconozco que los familiares de las víctimas de "Cromagnon" no pueden estar felices, tampoco los allegados a Raúl Castells, pero de allí a equivocar el enemigo hay un largo camino.
Es duro decirlo, pero en el fondo es un acto de cobardía, la incapacidad de enfrentar a los verdaderos culpables de los males que los aquejan. De esa manera sólo alimentan los titulares de los diarios, que buscan mostrar un tejido social enmarañado y peligroso, mientras tanto, los verdaderos enemigos, sonríen plácidamente.
La canasta familiar sube, así como la pobreza, los acuerdos con el FMI, al que el gobierno golpea ante las cámaras y besa tras bambalinas, avanzan velozmente, y el país sigue su paseo tambaleante, entre la borrachera y el riesgo de una ceguera y sordera permanente.