Muchas veces nos encontramos con textos que hemos escrito hace mucho tiempo, y no han perdido vigencia. Sin duda a veces es bonito, pues nos hace dar cuenta que no somos tan tontos. Sin embargo, en este caso, pues no, no es bonito. Pero, de todas formas vale la pena rescatar estas palabras del olvido. Y ya que estamos de rescate, se lo dedico a la memoria de mi perra Luka.
Yo también fui un perro, lo soy. No en el sentido anglosajón que se la da a la palabra al “castellanizarla”, convirtiéndola en algo despectivo: “fuera, perra” -cuantas veces lo hemos escuchado en series y películas norteamericanas-, sino el significado “humano”.
Mira a ese perro que esta a tu lado a los ojos, y dime entonces si su mirada no tiene ese brillo que nos hace a nosotros la “raza superior”, sólo que es un perro, descuida, no es que te hayas mirado en el espejo, ¿o si?
Nunca he visto tantos perros abandonados como en Argentina, tal vez sea que no conozco demasiado del mundo, aunque esta causa me resulta improbable. Recuerdo la entrada a Buenos Aires, viniendo desde Ezeiza, y tener que cuidarme de no tener que ver todos los perros muertos que se encuentran en el camino. Allí, y aún perdura en mis recuerdos, nació la idea sobre un país despiadado y sanguinario, como una maquina de picar carne sin conciencia, al menos la maquina reconocerá para sus adentros que su trabajo dará de comer a más de una boca. En cambio, en la otra cara de la moneda, tenemos muertes que se adosan al paisaje, hasta que la lluvia, o un alma piadosa, se ocupa de limpiar la conciencia del país.
¿Y si fuésemos sólo eso?,¿ si nuestro cerebro no fuera a funcionar hasta quitar toda la muerte, envuelta en telarañas, de nuestro interior?
Alguien podría decir que poco se puede esperar de un país que mata a sus hijos día a día, de hambre, de frío, o los deja incapacitados para comprender cualquier realidad.
Un país, que yendo hacia el otro extremo, los que ya no son hijos “activos”, pues el tiempo, la edad, y el crecimiento demográfico, los convirtió en abuelos –cierto, también puede haber sido el amor de su propios hijos al parir nietos-, es muy probable que muchos de ellos se sientan perros, o hijos de perra, en este caso en el peor sentido.
Releo estas líneas, poca esperanzadoras por cierto, pero al acariciar la cabeza de mi perra Luka,, sentada a mi lado, le pregunto, y me pregunto: ¿hay muchos de nosotros muertos, perdidos, rasgando bolsas de basura en busca de comida, o vagando en el frío esta noche?
Aún espero una respuesta.
Cultura (música, cine, literatura, pintura, y más allá), publicidad / marketing, política.
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Tuesday, August 16, 2005
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